Raquel Villar-Pérez [C&AL]: En tu carrera como artista visual, hay un momento en el que empiezas a tocar temas relacionados con los afrodescendientes en Argentina. ¿Qué provocó este giro?
Gaby Messina: Llegué a un punto en mi trabajo en el que me di cuenta de que necesitaba contar mi propia historia en lugar de la de otras personas. Empezó con mis proyectos Fe, Maestros, El Bosque y El Árbol
(Fe, Maestros, El Bosque y El Árbol).
Cuando yo tenía veinte años, mi padre fue víctima de un violento asesinato. Fe(2011) me dio la oportunidad de expresar la frustración que sentía por esta muerte y por no haber podido hablar de ella durante muchos años. Me permití abrirme sobre la desesperanza que sentía hacia la tradición cristiana en la que me crié, así como hacia el sistema sociopolítico que desanimó a mi madre de denunciar la muerte de mi padre.
En Maestros
(2016) Entrevisté a 112 artistas argentinos que trabajaron activamente durante la dictadura. Todos eran personas mayores y poco después de nuestra entrevista, algunos de ellos fallecieron. Este fue un llamado de atención sobre mí, mi identidad, mis raíces, quién soy y por qué sufrí tanto en mi infancia, por qué me sentía diferente. En ambos proyectos comencé a utilizar el símbolo del árbol como metáfora de las raíces, la identidad y la búsqueda de uno mismo.
Margarita
(2017) fue el primer proyecto sobre los afroargentinos y su invisibilidad en Argentina. En el documental experimental Yo, Afro (2017) me sumerjo en una investigación más analítica, trabajando junto a la politóloga Ana Paula Penchaszadeh.
[C&AL]: Después de la emancipación colonial en el siglo XIX, ¿cómo surgió la narrativa de Argentina como un país biológicamente blanco y culturalmente europeo?
GM: Para las comunidades afro, Domingo Faustino Sarmiento, presidente de Argentina de 1868 a 1874, fue el racista número uno. Sarmiento fue un impulsor en la eliminación de barreras para los inmigrantes europeos, principalmente de España e Italia, prometiéndoles una mejor calidad de vida, trabajo y, sobre todo, armonía para estas personas que huían de los conflictos bélicos en el viejo continente. Esto marcó el comienzo de una campaña de blanqueamiento. En los libros de texto actuales no se hace referencia a una población afro. Los blancos aparecen como los únicos héroes de nuestro país, y claro, si no hay historias alternativas, crees lo que te cuentan. Además, había una fuerte presión sobre los afrodescendientes para que no reconocieran sus orígenes, ya que esto les daba un estatus social más bajo y limitaba sus oportunidades laborales, etc. Así, el no reconocerse como afroargentinos era –y se sigue usando hoy– como una estrategia de supervivencia.